LOS AMAHUACAS

 

Los Amahuacas dicen descender de un antepasado llamado Hindachindiya, a quien consideran como su fundador.

No tenía mujer y engendró a sus hijos en un fruto, el xopa, que creció a su debido tiempo, haciéndose grande y negro.

Para salvaguardarlo lo colocó en una hamaca que tenía en su propia casa, pero a pesar de sus cuidados se cayó al suelo y se partió.

De este modo nació un niño, que murió y una niña que sobrevivió y fue el primer "miembro" de la tribu Amahuaca; con ella Hindachindiya engendró otros hijos de quienes provienen todos los Amahuacas.

La realidad de su vida no ha correspondido nunca al romanticismo del mito. Descubiertos  por primera vez en 1686, en el bosque Montana, junto a las fuentes del río amazonas, por un evangelista dominicano, durante los 200 años siguientes apenas nos llegaron noticias de este pueblo pacífico y remoto.

Se dijo que sus vecinos los trataban con la máxima crueldad,  invadían constantemente sus aldeas y mataban a los hombres, vendían a los niños y raptaban sus mujeres. Luego a finales del siglo XIX, los buscadores de caucho procedentes de Europa intentaron reducirlos a la esclavitud. Fallido este intento,  sus aldeas fueron atacadas por los blancos, a  quienes, a su vez, los amahuacas robaron y saquearon hasta que fueron empujados hacia la selva. Allí unos 400 supervivientes se reunieron en pequeños grupos.

Sólo en los últimos años se han hecho algunos esfuerzos para reanudar con más fortuna el contacto siempre desastroso con los blancos. Desde el puesto militar de Varadero un misionero ha trabajado durante 20 años para atraer a los últimos  amahuacas hacia el mundo exterior, con el fin de romper su aislamiento, al menos durante los seis meses del año en que reside allí.

Esta mujer amahuaca se adorna brazos y cuello con ristras de semillas y dientes de mono. Su sombrero está hecho de capas interiores de bambú, cubiertas con tiras de paño tejido. El adorno de nariz es un disco de aluminio, sacado de un avión estrellado.

 

En la jungla el temor y los recelos rigen todavía la mayor parte de sus vidas; las sendas que conducen a sus chozas están a veces minadas con aguijones venenosos escondidos en el camino y muy pocas familias habitan cerca de los ríos por miedo a un ataque exterior.

Las cabañas de los Amahuacas, erigidas en los claros del bosque, suelen tener 12 m de largo por 6 m de ancho; sus tejados de paja descienden desde el centro hasta un metro del suelo, a uno y otro lado.

Si el cabeza de familia tiene más de una mujer, podrá instalar dos o más chozas una para cada esposa y quizá otra para los hijos casados.

En el interior hay una chimenea en un extremo cono el fuego continuamente encendido; en otro extremo un simple telar cono el que las mujeres tejen las prendas de algodón. Algún que otro mueble y posesiones personales, arcos y flechas colgados del techo componen el resto de su ajuar.

Durante el día las mujeres cuidan de los niños, muelen el maíz en morteros de madera, preparan la mandioca y se ocupan de los cultivos de la chacra. En cuanto los hombres han abierto un claro en el bosque, cortando y quemando las malezas y los árboles, sus mujeres recogen los frutos agrícolas y siembran las plantas.

El primer año, con las tierras recién roturadas, las cosechas son excelentes, por lo que se reservará una parte como simiente para el próximo año. Pero entretanto la maleza del bosque que empieza a crecer de nuevo y las cosechas se empobrecen. Al tercer año los amahuacas ya no se preocupan de plantar, la tierra produce solamente algunos frutos silvestres y los hombres empiezan a abrir nuevos claros en otros lugares de la selva.

El maíz y la mandioca son los dos alimentos principales  que se cultivan en la chacra; también cultivan caña de azúcar, batatas y boniatos, cacahuetes, frutas parecidas a las sandías y bananas, además de algodón para hacer telas. Pero la agricultura no les da alimento suficiente y de cuando en cuando los hombres salen al bosque, armados con arcos y flechas para cazar animales, monos, tapires, venados y pájaros a menudo les acompañan los niños y adolescentes que aprenden las técnicas de la caza imitando a los mayores.

 

Durante la fiesta de las bananas, los hombres mascan la pulpa blanda del exterior haciendo una pasta que luego cuecen en ollas. Más tarde los adultos balancean a los niños en medio del vapor del brebaje. Creen que con esto los niños se harán fuertes y crecerán más aprisa.

Al principio, sin embargo, los más jóvenes acuden por su cuenta a las orillas de los arroyos donde es más fácil cazar la presa tranquilamente y sin ser vistos. La caza es allí menor, ya que los animales mayores suelen estar en el interior del bosque, pero siempre podrás volver con algún pescado, pájaros o roedores. Una técnica que chicos y mayores emplean es la de atraeré a algunos animales, como el mono araña, mediante el reclamo. Otras veces les hostigan con piedras y hasta a menudo suben a los árboles para lograr un mejor disparo o encontrar miel.

Los jóvenes amahuacas aprenden de sus padres y tíos las técnicas de caza así como las tareas de cultivo y domésticas. El juego de los niños es también una forma de aprendizaje ya que implica la imitación de las actividades del adulto. Un niño pequeño tendrá su diminuto arco de ramitas e irá a la caza de cucarachas, sapos o lagartos antes de que puedan atreverse con presas mayores.

Los niños reciben mucho cariño de sus padres y apenas son castigados. Hay excepciones a esta actitud tolerante. Los gemelos y los niños defectuosos, por ejemplo, son generalmente sacrificados en cuanto nacen.

A veces incluso, si una madre esperaba un varón, dará muerte a la niña que no deseaba. El parto es un episodio fortuito, asunto sólo de mujeres (los hombres se desentienden de todo el proceso), que a menudo vuelven al trabajo pocas horas después de dar a luz. Nadie se espanta ante un infanticidio, porque los niños no se consideran seres humanos mientras no han sido integrados en el grupo. La costumbre de dar muerte a las niñas agrava no obstante uno de los principales problemas de la vida de los amahuacas, la escasez de mujeres para el matrimonio.

Para casarse, un hombre joven debe primero convencer al padre de la muchacha de que va a ser un marido apropiado; a veces tendrá que ayudar a su futuro suegro en las  faenas campesinas o entregar regalos a la familia.

Pero es sobre todo la disponibilidad de mujeres lo que determina si un hombre puede o no casarse; la escasez de ellas se agrava por la costumbre de los hombres mayores y más ricos de llevarse más de una esposa.

Las chicas suelen darse en matrimonio a la edad de 8 a 11 años, mientras un hombre podrá sentirse satisfecho si consigue hacer lo mismo a los 25 o incluso 30 años.

Las relaciones sexuales no están sin embargo reprimidas por esta situación ya que un hombre tiene acceso a cualquiera de las esposas de su hermano. (Una mujer no podrá casarse con el hermano de su padre, que puede ser su propio padre).

La falta de mujeres ha sido también una de las causas más frecuentes de las luchas tribales, pues una forma de encontrar esposas es atacar a la tribu vecina. Los amahuacas llegarán a cometer asesinato para hacerse con la mujer de otro, y ésta es una causa común de muerte entre los diversos grupos.

Cuando un hombre proyecta matar a otro, se afeita la cabeza y se adorna con una pintura negra extraída de una planta llamada huito. Sólo en ocasiones semejantes la decoración del cuerpo tiene un sentido concreto. El otro único adorno llamativo que llevan los hombres es un sombrero especial, alto, hecho de bambú y cubierto de paño teñido de achiote, semillas y dientes de mono.

Estos sombreros se llevan en las fiestas de las cosechas de las bananas y el maíz

De cuando en cuando los hombres van al bosque armados con arcos y flechas, para cazar monos, venados y pájaros. A menudo los jóvenes les acompañan para aprender las técnicas de la caza tan necesarias para la supervivencia.

En el primer caso, la parte exterior de las bananas maduras se pone en sartas dentro de un pote, a lo que se añade la parte inferior molida por las mujeres. Se hierve la poción, los niños giran y se balancean hacia adelante y hacia atrás en medio del vapor, y después lo beben los hombres. Luego, un par de hombres levantan a un niño y lo llevan a un rincón del claro abierto en el bosque y vomitan la mezcla sobre él para hacerle más fuerte. Las mismas ideas de fortalecer a los niños tienen al celebrar la fiesta del maíz, aunque en esta otra ocasión sólo derraman la mezcla sobre los niños.

La comida y bebida son partes esenciales del ritual de todo amahuaca. En un funeral por ejemplo se hierve el cuerpo del difunto en una marmita, se sacan los huesos, se machacan con un mortero, se añade sopa de maíz y se da a beber a los parientes. El vigor del fallecido pasa así a los supervivientes, quienes creen que con ello su espíritu, o yoshi, descansará. El resto del cadáver se entierra en una olla dentro de la casa.

Los amahuacas creen que la mayoría de las cosas vivientes tienen un yoshi. El yoshi de los animales peligrosos, como el jaguar, es especialmente temido, pero todos ellos son considerados de mal agüero para los vivos.

 

Una familia amahuaca observa un avión que aterriza en Varadero, donde por primera vez, han tenido relaciones amistosas con los blancos. El misionero del lugar ha conseguido atraer a varias familias alejándolas de la selva y poniéndolas en contacto con el mundo exterior.

Los espíritus vagabundean por el bosque; no comen ni duermen y a veces puede vérseles por la noche en sueños breves y desagradables.

Las mujeres pueden quedar embarazadas por los espíritus, que son quienes engendran a los niños feos; por ello los amahuacas les dan muerte.

Uno de los espíritus femeninos más temidos es el de la rana, wantati; su vagina está formada por dientes, y si un hombre se acuesta con ella, será mordido en el pene.

 

 

Madre amahuaca pintando un sencillo dibujo geométrico sobre la cara de su hijo. La pintura la sacan de dos frutos, el achiote de color rojo vivo y el huito de púrpura.

Los yoshi pueden provocar enfermedades; cuando  un hombre quiere hacer daño a otro mediante artes de brujería, un yoshi, particularmente el yoshi del jaguar podrá ayudarle, arrojando por ejemplo flechas invisibles contra la víctima. Sin embargo, aunque los amahuacas creen en los yoshi, como poderes sobrenaturales, no les ofrecen sacrificios ni plegarias y cuando un cazador mata un animal que posee un yoshi, no tiene que practicar ningún tipo de abluciones rituales.

La brujería utilizada para invocar el poder del yoshi, se destina casi siempre a causar el mal a otros, pero los amahuacas pueden también invocar la ayuda del yoshi para curar a un individuo enfermo del grupo.

Esto se lleva a cabo durante una ceremonia en la que se ingiere una droga llamada "ayahuasca", que produce alucinaciones y pone a los hombres en contacto con el mundo de los espíritus. Con la ceremonia se pretende tanto hablar con el espíritu como librarse de la monotonía de la vida diaria. Los hombres cantan en “falsete”, a menudo sin interrupción desde el crepúsculo hasta el amanecer.

 

 

 

PINCHA EN LA FLECHA PARA VOLVER ATRÁS